martes, 30 de abril de 2013

Cuarenta grados a la sombra



Querida Maribel,

Ya llevo una semana aquí de vacaciones en el pueblo, con los tíos de mis padres, y lo estoy pasando genial. Hace un sol que abrasa, pero me llevaré de vuelta un buen bronceado.

Dentro de pocos días llegarán mis padres, con mi hermano pequeño, y entonces nos trasladaremos a casa de mis otros tíos…. Y ufff! Lo estoy deseando. Allí estoy mejor, porque estaré más tranquila….verás. Voy a contarte algo que no me atreví nunca a contarte.

¿Recuerdas cuando hace unos días salimos las chicas por la tarde a tomar un helado? ¿Recuerdas que estuvimos hablando sobre la masturbación y las cinco negamos rotundamente que nos masturbásemos?
Pues no es cierto. Yo no me lo creo. Y además te diré que yo mentí.

No hace mucho que empecé a hacerlo y ni siquiera recuerdo cuándo ni por qué. Pero sé perfectamente el cómo. Lo hago siempre igual. ¿Sabes ese cepillo redondo, bien gordote, con el que me aliso la melena? Pues con su mango de madera. No lo introduzco todo, sabes? Por alguna razón me duele, pero creo que algún día eso cambiará. Pero me acaricio con él. Abro las piernas, me acaricio con su punta a todo lo largo y ancho de mi sexo, y luego hay un punto en el que me gusta más…. Ahí sitúo el palo perpendicular, y lo muevo, rápido, muy rápido…y entonces….no sé muy bien cómo explicarte lo que siento. En la vida he sentido nada igual, nada tan placentero. No sé si eso es un orgasmo, pero si no lo es debe ser lo más parecido.

Al principio lo hacía por las noches. Me quedaba en la cama, leyendo, o a veces a oscuras, pensando…y esperando a que no se oyese ningún ruido en mi casa, a que todos estuviesen dormidos, para hacerlo… Y luego me quedaba dormida. Poco a poco, necesitaba hacerlo más veces. Acababa exhausta pero llena de una sensación que, como te digo, no sé explicar muy bien.

Ahora necesito hacerlo muchas veces, cuantas más mejor. Cada vez que tengo ocasión, me encierro en el baño, cojo el cepillo, me bajo las bragas y me acaricio, me introduzco el mango, sólo un poquito, apoyada contra la pared y sujetándome a la pila.

Hace muy poco he empezado a practicar con los dedos, con mis propias manos, con mi propia piel. El placer ha aumentado mucho más, y el control también. Creo que cada vez lo hago más y mejor.

¿Sabes que me pasó hace un par de días? Resulta que nos obligan a echar la siesta. La verdad es que debe hacer más de cuarenta grados, y otra cosa no se puede hacer con este calor tan sofocante. Como somos tantos en casa, yo comparto habitación con una prima de 19 años y con una prima de ésta, que tiene 7.
De repente, sentí unos deseos enormes de tocarme. No podía ir al baño pues la tía Antonia, que aún andaba fregando cacharros en la cocina, se daría cuenta, me preguntaría y me regañaría, mandándome a la cama de nuevo. Así es que esperé hasta que me pareció que tanto la chica como la niña ya estaban dormidas.


La habitación estaba totalmente a oscuras. Parece ser que así se está más fresquito, cerrando puertas y ventanas a cal y canto.
Desabroché el botón de mi pantalón corto, y metí mi mano entre mis bragas. Empecé a acariciarme. Estaba tan mojada, que parecía que me hubiese meado. Creo que nunca me lo encontré tan húmedo. Dicen que cuanto más excitada estés o más ganas tengas, más húmeda estarás.

Continué acariciándome. Noté desde el principio que esta vez era diferente a todas. Aunque intentaba no hacer ruido (me he vuelto una experta en eso), creo que me movía más de lo que lo hago normalmente. Movía mis caderas hacia mis propios dedos, empujaba más con ellas invitándolos a ellos a entrar más en mí, a acariciarme cada vez más rápido, más intenso…

Supongo que inconscientemente me estaba moviendo y entonces la niña me preguntó que por qué me movía tanto en la cama. Me quedé paralizada. No sabía qué hacer ni qué decir, y yo aún no había terminado….y tenía que terminar como fuese. No sé si tú conoces ya esa sensación o no, Maribel, pero cuando tienes ese momento, ya nada ni nadie puede pararte.
Le dije que se durmiera. Me dijo que no tenía sueño. Le insistí. Y finalmente, le dije que mecería la cama hasta que se quedase dormida.

De esta manera, pude acabar. Y aunque el placer fue mayor que ninguna otra vez, tuve que acabar mordiéndome un brazo para no gritar. Sólo esperaba que no me quedase ninguna señal y no tener que dar ninguna explicación.


Maribel, guapa….creo que nos han engañado. Creo que el sexo no es nada sucio o algo que sólo debamos practicar cuando nos casemos. Nos han estado informando mal, me parece.
De todos modos, prepárate. En septiembre empezaremos el instituto. ¿No es en esta época cuando se supone que pierdes tu virginidad, cuando sales con chicos, cuando tocas y te tocan? Sea como sea, abramos la mente, Maribel…..y si se puede, también las piernas! A mi vuelta seguiremos hablando de esto vale? Besitos.

Un pueblo de Extremadura, 7 de agosto de 19XX

viernes, 26 de abril de 2013

ble, ble, ble...



Imagen capturada en el blog de Toy


Uno de los piropos –o al menos yo me lo tomo como tal- que más me han repetido en los últimos tiempos es que estoy follable.

Las palabras que terminan en –ble (-able o ible, según la conjugación) significan que puede ser; así aceptable sería que puede ser aceptado y visible que puede ser visto.

Es por tanto indiscutible que si soy follable, debo parecer aceptable y visible. Por tanto, me parece inaceptable esta situación actual, ya demasiado perdurable.

Sin ser admirable, tampoco soy abominable. Y aunque hace bien poco alguien dijo que soy inescrutable (por cierto, no voy a publicar el comentario), en realidad soy totalmente alcanzable y “penetrable”.

Soy amigable y sociable, aunque esto no debería decirlo yo, pero algunos sabéis que éste es un dato fácilmente comprobable.

Me parece abominable y lamentable vivir situaciones como ésta, que para mí es innombrable, pues nunca me atreví a hablar de ella…aquí, porque eso me haría más vulnerable.

Aunque ahora no lo parezca, soy incansable, y voy a seguir pensando que hay sueños realizables al igual que lo son algunas fantasías inconfesables.

Gracias por ser tan adorable. Sí, te lo digo a ti.

lunes, 8 de abril de 2013

Las cosas que se curan





Hace mucho tiempo, antes de que embarrancase en esta Salida de emergencia, yo ya navegaba por estos mares. Antes de ser una aspirante a sirenita que intenta atraer con sus cantos a apuestos y fornidos marineros, yo era simplemente un lindo pececillo navegando por las corrientes de este cibermundo.
Por aquella época conocí a un tipo. Entablamos conversación privada en una especie de chat, nos fuimos conociendo poco a poco y nos caímos genial desde el primer momento. No sé si fue un fallo o no, pero obviamos las presentaciones; no nos hicimos las típicas preguntas de cómo te llamas, de dónde eres, cuántos años tienes y a qué dedicas el tiempo libre.
Entonces sucedió algo así como que nos encandilamos. No sé, no encuentro la palabra exacta (¿nos ciberencoñamos?).

Cuando más apegaditos estábamos y más ciberarrumacos nos hacíamos, llegaron las presentaciones. El señor en cuestión resultó tener una diferencia de edad más que considerable conmigo; él era mayor.
Fue una especie de shock pero curiosamente más para él que para mí. A mí no me importaba demasiado pero a él al parecer sí, y estuvo un tiempo intentando apartarse de mí, aunque no sin demasiado éxito.
Después llegaron las confidencias. Y poco a poco, sin pretenderlo, me convertí en su musa. Porque este señor escribía, y lo hacía de putísima madre, así es que imaginad cómo podía sentirme yo.


Y entonces llegó el momento en que decidimos acortar distancias y conocernos personalmente. Él me envió unas fotografías suyas. Sí, era mayor, bastante….. ¿y qué?. Yo no me encapricho y me desencapricho tan fácilmente. Al cabo de un par de días, yo le correspondí mandándole alguna fotografía mía.
Ya, ya sé que yo no era un cúmulo de cánones de belleza sino todo lo contrario, pero él tampoco era un Adonis precisamente. La cuestión es que su reacción fue decirme que yo no era lo que él esperaba, y poco a poco se fue apartando de mí. Evidentemente él cortó de inmediato cualquier posibilidad de encuentro, por muy remota que fuese, e incluso ante una taza de café.

Yo, que incluso en mis peores momentos siempre he pensado que quien no quiere estar conmigo no me merece, no insistí, no le acosé, ni le perseguí. ¿Para qué? Tan sólo le pedí explicaciones cuando incluso bloqueó su blog; hizo que sólo pudiesen acceder a él personas a las que él hubiese autorizado previamente. Y a mí no me lo permitió. No hubo respuesta. No me dio acceso a pesar de que yo era parte de más de la mitad de aquel blog.

Y poco a poco, todo se acabó y se olvidó. Hasta que un día este patito feo, empezó a ser un poco menos feo. Menos fea, menos gordita, más vieja y quizás por eso, más sabia….. Y haciendo limpieza de mi correo, me di cuenta de que conservaba su dirección. No os podéis imaginar la de cosas que conservo en el correo y durante cuánto tiempo!

Así es que al final una vocecilla disfrazada de demonio con cuernos y tridente, me dijo que le escribiese, que le dijese algo. Y otra vocecilla, disfrazada de ángel con sus alitas inmaculadas, me pidió que no fuese demasiado cruel. Y como ambas parecían estar de acuerdo, le escribí. Con palabras amables, creo que las justas y sencillas, le dije que yo no renuncié a él a pesar de la gran diferencia de edad. Y él sí lo hizo en cambio porque yo tenía algún que otro flotador de más anudado a mi cuerpo.
Le dije que cambié, que ahora estaba un poco mejor. Y que con el tiempo esperaba que él hubiese comprendido que hay cosas, como tener unos kilos de más, que pueden remediarse pero que ir avanzando en edad (y yo que me alegro, que conste) o la gilipollez, ésas no tienen cura, son inevitables.



miércoles, 3 de abril de 2013

Por las rendijas





A veces me gustaría que fueses como la luz del sol que entra a través de las rendijas de la ventana, que me ilumina, que me calienta, que me enciende….

Hubo un tiempo en que yo sólo podía estar en la cama con la luz apagada. Después pasé a una fase en que, cuanta más luz, mejor. Hoy…la iluminación  ha pasado a ser un tema secundario, sin demasiada importancia.

A veces ver y no ver, o ver o intuir a medias, o acariciar pieles desdibujadas, es enormemente sugerente.

Con la luz proyectada de las rendijas podría decirse que mira quien espía. Es la misma proyección de quien no puede o no quiere ser observada.