A él le encanta comer coños. Así de
llano y de simple.
Nada le llena, le excita ni le
satisface tanto como tener un coño en su boca, saboreándolo, haciendo que su
lengua juegue con él, haciendo que el clítoris se hinche incluso hasta límites
insospechados para su dueña.
Él deja elegir a la mujer que le
ofrezca su coño la posición en que ella lo prefiera: tumbada boca arriba, a
cuatro patas, sobre su cara, de pie mientras él se arrodilla,… en cualquier
posición él disfruta lo mismo y sacia ese deseo de comer, lamer y chupar, cada
vez más incontrolable.
Aunque su vasta experiencia le ha
demostrado que la mayoría de las mujeres disfrutan más de una comida de coño
mientras están tumbadas boca arriba, pudiendo así abrir más sus piernas
ofreciéndole a él esa abertura en todo su esplendor, y resultándole a él quizás
más cómodo también.
A veces, en sus citas, ha llegado a
espantar a alguna mujer, porque no todas entienden que él sólo quiera comerle
el coño, y si puede ser varias veces seguidas, mejor. No todas las mujeres
entienden que él sólo quiera eso.
Y su lengua, entrenada magistralmente
coño tras coño, está vigorosa y no se cansa nunca de lamer.
Él sabe percibir en su lengua cuándo
una mujer necesita que él acelere el ritmo de su lengua, o lo ralentice, o
cuando ella necesita una penetración con los dedos paralelamente al juego de la
lengua….
Como un ciego que desarrolla algún
otro de sus sentidos, él ha desarrollado unas aptitudes increíbles en su
lengua, y distingue texturas, sabores, rugosidades, vellos, olores,… él sabría
reconocer con los ojos vendados y usando su lengua, cualquier coño que hubiese
probado antes.
Y él no pide nada a cambio. Porque el
placer lo obtiene así. Si alguna de las mujeres a las que ha practicado un
excelente cunnilingus pretende después practicarle una felación o simplemente
follar, él lo permite…y disfruta, y generalmente se corre. Pero si eso no
sucede, si en alguna rara ocasión alguna mujer no quiere nada más después, él
ya está satisfecho, se siente pleno a pesar de que algunas veces acabe
masturbándose para calmar su excitación.
Otras mujeres, quizás las menos, le
han entendido, y le ofrecen gustosamente su coño de cuando en cuando. Y él
disfruta, y ellas gozan, y ellas odian comparar pero nadie les ha comido el
coño nunca de semejante manera.
Es el comedor perfecto. Lo hace muy
bien, se adapta a cualquier coño, no le importa repetir una y otra vez y no
espera nada a cambio. Para mí sería ya perfecto del todo si fuese, por ejemplo,
mi vecino y pudiese llamarle cada noche.
Dedicado con cariño a alguien que, aunque no lo he probado, creo que es un gran comedor.